A mediados de agosto, acudimos al vivero más cercano para comprar las plantitas de brócoli y repollo del país para empezar el huerto de invierno. No he comprado muchas porque el año pasado, las plantas no eran muy buenas y la cosecha no compensó el trabajo y la dedicación prestadas, sobre todo en las primeras semanas.
El terreno lo preparamos con antelación, lo aramos con la moto-azada y lo abonamos con abono orgánico. Humedecemos donde vamos a hacer los agujeros para meter las plantas porque la tierra está demasiado suelta. Sólo ha llovido un día en todo el verano y poco.
Los agujeros los ponemos espaciados, cuanto más separadas estén las plantas mayor tamaño pueden tener los frutos.
Colocamos las plantas y vuelta a regar. Compactamos la tierra con las manos y dibujamos un pequeño alcorque con el dedo para que retenga el agua de riego.
El cordel y los plásticos funcionan de maravilla para ahuyentar a los conejos y a los pájaros. Cuando las plantas están recién puestas, con los plásticos moviéndose, casi no se ven.
Así están después de dos semanas y la primera tormenta de septiembre, con riego manual diario, que es el más adecuado para su tamaño. Hemos abonado otra vez, porque esta tierra del huerto, antes de utilizarla para esto, soportaba cultivos intensivos de maíz y tomate y necesita que la "mimen" un poco.
Hasta la semana que viene y gracias por leerme. Besazo para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario